Capítulo 6. Dolor Oncológico

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1. CONCEPTUALIZACIÓN DEL DOLOR ONCOLÓGICO Y ALTERACIÓN DE LA CALIDAD DE VIDA

Cuando una persona recibe el diagnóstico de que padece un cáncer, asocia casi automáticamente la idea de que tendrá dolor. ¿Qué significa el dolor para el paciente oncológico? Algunas de las primeras frases que con frecuencia escuchamos en la consulta, formuladas por el propio paciente o por sus familiares, tras el diagnóstico de cáncer están relacionadas con el dolor. ¿Tendrá muchos dolores?,… lo que queremos es que no sufra.., ¿se podrá controlar el dolor? son frases que expresan el miedo ante un sufrimiento que se considera insuperable y que va estrechamente relacionado con el diagnóstico de un cáncer. El temor ante el dolor genera una sensación de ansiedad, de incertidumbre ante un sufrimiento que se desconoce como será pero que se da ciertamente por seguro. El miedo a sufrir puede ser en ocasiones un temor casi tan intenso como el de perder la propia vida.
El dolor no es inherente a la enfermedad oncológica, no todas las personas con cáncer experimentan dolor. Entre los pacientes que están en tratamiento, aproximadamente uno de cada tres experimenta dolor y en las fases avanzadas de la enfermedad esta proporción puede ser mayor. ¿Cuál es la causa del dolor oncológico? El dolor oncológico tiene múltiples causas. La principal es el propio tumor o sus metástasis que al formarse y crecer puede comprimir nervios, huesos y otros tejidos próximos. De este modo, el dolor oncológico participa de los 3 tipos comunes de dolor: dolor nociceptivo somático, dolor visceral y dolor neuropático. Por otra parte los propios tratamientos oncológicos y sus efectos secundarios también pueden causar dolor. Con frecuencia el dolor oncológico es una combinación de todos los tipos de dolor (1,2) (Figura 1).

El dolor se presenta entre el 70% y el 90% de los pacientes en las fases avanzadas o terminales, de ahí la importancia de aplicar un tratamiento correcto desde las primeras fases de la enfermedad. Otro aspecto muy importante es considerar todas las posibles interacciones del dolor con todos los aspectos de la enfermedad y con el propio tratamiento oncológico ya que el dolor puede ser un signo de progreso de la enfermedad y su disminución o su ausencia un signo de respuesta. De igual modo, muchos enfermos con cáncer estén libres de dolor en los periodos iniciales o durante la evolución temprana de la enfermedad. Su incidencia varía entre el 30% y el 50% de
los pacientes en fases iniciales y a lo largo del tratamiento oncológico dependiendo del tipo de cáncer y hasta en un 85% en fases avanzadas. Esto significa que una proporción importante de pacientes están libres de dolor en los diferentes períodos de la enfermedad (3,4) (Tabla 1). Por otra parte, es posible que un paciente con cáncer, sufra otro proceso que se acompañe de dolor no necesariamente relacionado con el cáncer y se perciba como un dolor intolerable por sus implicaciones negativas y la connotación de la enfermedad principal.

¿Qué significa en la práctica la calidad de vida del paciente? ¿Cómo evaluamos el dolor? ¿Evaluamos si realmente importa como interfiere el dolor en la calidad de vida del paciente? Lo que importa es la intensidad del dolor, las características y el impacto del dolor sobre la vida del paciente, en su calidad de vida, en sus aspectos afectivos, en su capacidad funcional, la interacción social con el resto de sus actividades y una serie de síntomas concurrentes. La valoración del dolor se hace con el apoyo de cuestionarios y/o escalas. La valoración del dolor es de una importancia fundamental para la prescripción del tratamiento más adecuado. Podemos elegir entre dos grandes grupos de instrumentos de evaluación. Disponemos de escalas unidimensionales que pueden parecer insuficientes, pero que deberían ponerse en práctica de forma generalizada como son la escala visual analógica, en la cual el propio paciente gradúa su dolor. Desde luego es mucho más importante hacer una valoración multidimensional incluyendo todos aquellos aspectos que afectan a la calidad de vida del paciente en todas sus vertientes: fisiológica, sensorial, afectiva, cognitiva, conductual y sociocultural y en todas sus dimensiones: alteraciones del sueño, disminución de la capacidad de trabajo con un cansancio permanente; alteraciones emocionales, disminución del apetito, falta de interés por la compañía familiar, imposibilidad de desplazarse, de hacer viajes, falta de interés por todo y sentimientos de aislamiento del mundo. Todo esto es lo que produce el dolor en el paciente, lo que afecta a su calidad de vida, la de su familia y su entorno social. De todo ello se deduce la importancia de una valoración por parte del paciente. Al ser el dolor un síntoma subjetivo, nunca podremos juzgar desde fuera el grado de dolor que soporta el paciente (5,6) (Tablas 2 y 3) (Figuras 2 y 3).