Descripción
1. INTRODUCCIÓN
El dolor es uno de los principales síntomas y causa de disconfort en pacientes hospitalizados. Por lo que el tratamiento del dolor influye de forma notable en la calidad de atención y la satisfacción del paciente para con el equipo médico y el sistema de salud. Mc Quay y colaboradores en su revisión acerca del tratamiento del dolor en pacientes hospitalizados, ya postulaba que un buen tratamiento del dolor probablemente acelere los procesos de recuperación (1).
El tratamiento del DPO es un campo complejo y muy variable, y aunque se habla mucho de él, en realidad se le ha dedicado, y se le dedican, pocos recursos asistenciales y de investigación, escaso esfuerzo organizativo y muy limitada política educativa de la población y de los profesionales. A pesar de los avances en los últimos años en el conocimiento de la fisiopatología del dolor, de las vías de transmisión e interrupción de la nocicepción y del desarrollo tanto de nuevos fármacos como de sofisticados métodos para su administración, para una proporción considerable de pacientes todavía no es adecuado (2-7).
Se puede decir, sin ninguna duda, que el tratamiento del dolor agudo, es un área de baja calidad asistencial en todo el mundo. Ciertamente los datos que se extraen de los estudios en los distintos países establecen una prevalencia intolerablemente alta si se compara con las posibilidades de disminuirla que tenemos.
El dolor es uno de los síntomas más prevalentes en los hospitales, sobre todo en las áreas quirúrgicas. La prevalencia del dolor en los hospitales sigue siendo muy elevada, incluso el calificado de moderado o severo Aún cuando exista una prescripción analgésica, las dosis de analgésicos no se administran con la precocidad y frecuencia debidas en casi el 50% de los pacientes con dolor ingresados en hospitales (8). Respecto al (DPO) específicamente, la prevalencia también es alta, varía entre un 30 y un 86% en hospitales con actividad quirúrgica, tanto a nivel nacional como internacional, y no se ha modificado suficientemente a lo largo de los últimos 15 años (9-17).
Hay que reconocer que es más injustificada, si cabe, que en el resto del dolor agudo, ya que en esa situación el dolor es previsible y el paciente está al cuidado de personal con experiencia en tratarlo, anestesiólogos, cirujanos y enfermería quirúrgica. En una encuesta realizada en Sevilla sobre 400 pacientes quirúrgicos y publicada en los medios de comunicación social (El País 8/03/99), más del 85% de los pacientes manifestó tener dolor y más del 70% lo definió como intenso o insoportable, pero destacaba el hecho de que no se quejaban y estaban satisfechos con el trato recibido. Esta prevalencia se mantiene en todos los estudios a pesar de que van pasando los años.
El estudio PATHOS (Postoperative Analgesic Therapy Observational Survey) (14) se diseñó con el objetivo de identificar el estado del DPO en determinadas áreas de Europa, así como las necesidades y posibilidades de mejora del tratamiento. Se objetivaron deficiencias importantes en el tratamiento del DPO, destacando el hecho de que en menos del 50% del total de las intervenciones quirúrgicas el tratamiento coincidía con las recomendaciones establecidas por el comité. De esta manera la vía de administración más utilizada en el postoperatorio de cirugía mayor fue la i.v. (sin embargo, los analgésicos que más se emplearon no fueron los opioides); la analgesia controlada por el paciente (PCA) con opioides se utilizó en poco más de la mitad de los pacientes intervenidos de cirugía abdominal y en alrededor del 50% de los sometidos a intervenciones de cirugía mayor ortopédica o ginecológica. Se llegaba a la conclusión de que el tratamiento del DPO es insuficiente (14,18) y estas deficiencias son más llamativas en todos los aspectos en los pacientes encuestados en España que en el resto de Europa (19).
También llama la atención la infrautilización de técnicas adecuadas para el tratamiento del dolor puestas de manifiesto en numerosos estudios. En una encuesta realizada por la Sección de Anestesia Locorregional de la SEDAR en 2004, el uso de “técnicas sofisticadas” (20) para el control del DAP era inferior al 10% de los pacientes postoperados para los catéteres epidurales e inferior al 1% en el caso de los catéteres de plexonervioso o perineurales. En el estudio ANESCAT con 30.231 pacientes, las técnicas de analgesia postoperatoria especializadas eran sólo un 7,6% del total, (21).
La alta prevalencia del DPO y las dificultades logísticas para controlarlo han sido motivo de preocupación, que se ha puesto de manifiesto desde hace una década con las opiniones de los distintos autores. Como la de la revista Lancet en 1991 que notificó que el 40% de los pacientes sufren un dolor moderado o intenso en el postoperatorio, o la de Bonica en 1990 (22) que consideró que el dolor en movimiento puede llegar a un 60-70% en los pacientes intervenidos de cirugía abdominal alta y de torácica; y que esto se debe principalmente al desconocimiento de la adecuada utilización de los opioides, de sus intervalos posológicos, de su eficacia y de su duración de acción y por el temor a la aparición de la depresión respiratoria y a generar farmacodependencia.